EL PODER DE LA IMAGINACIÓN


Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.


En realidad el verdadero autor era una persona muy influyente del reino y por eso desde el primer momento se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable. El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas chances de escapar al terrible veredicto ....la horca!!!!!

El Juez también complotado cuidó, no obstante, de dar todo el aspecto de un juicio justo por ello dijo al acusado: "Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en manos de él tu destino, vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e inocente. Tu escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino."

Por supuesto el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda CULPABLE y la pobre víctima aun sin conocer los detalles se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.

El Juez conmino al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos y con una extraña sonrisa tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca lo engulló rápidamente.

Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente:

- "Pero ¿¿¿qué hizo??? ¿¿¿Y ahora??? ¿Cómo vamos a saber el veredicto?"

-"Es muy sencillo -respondió el hombre-. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que me tragué".

Con rezongos y bronca mal disimulada debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.

Moraleja: Cuando todo parezca perdido no menosprecies el poder de tu imaginación.

EL SECRETO DE LA FELICIDAD


Cierto mercader envió a su hijo con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la Felicidad. El joven que anduvo cuarenta días por el desierto, hasta que llegó a un hermoso castillo, en lo alto de una montaña. Allí vivía el sabio que buscaba.
Sin embargo, en vez de encontrar un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes que entraban y salían, personas conversando en los rincones, una pequeña orquesta que tocaba melodías suaves y una mesa repleta de los más deliciosos manjares de aquella región del mundo. El sabio conversaba con todos, y el joven tuvo que esperar dos horas para que le atendiera.
El sabio escuchó atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle el Secreto de la Felicidad. Le sugirió que diese un paseo por su palacio y volviese dos horas más tarde.
Pero quiero pedirte un favor -añadió el sabio entregándole una cucharilla de té en la que dejó caer dos gotitas de aceite-. Mientras camines lleva esta cucharilla y cuida de que el aceite no se derrame.
El joven comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara. Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio.
¿Qué tal? –preguntó el sabio-. ¿Vistes los tapices de Persia que hay en mi comedor?¿Vistes el jardín que el Maestro de los jardineros tardó diez años en crear?¿Reparastes en los bellos pergaminos de mi biblioteca?.
El joven, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite que el sabio le había confiado.
Pues entonces vuelve y conoce las maravillas de mi mundo -dijo el sabio-. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.
Ya más tranquilo, el joven cogió nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta vez mirando con atención todas las obras de arte que adornaban el techo y las paredes. Vio los jardines, las montañas a su alrededor, la delicadeza de las flores, el esmero con que cada obra de arte estaba colocada en su lugar. De regreso a la presencia del sabio, le relató detalladamente todo lo que había visto.
Pero donde están las dos gotas de aceite que te confié –preguntó el sabio-. El joven miró la cuchara y se dio cuenta que las había derramado.
Pues este es el único consejo que puedo darte –le dijo el más sabio de los sabios-:
"El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cuchara. "

LA FÁBULA DE LAS CUALIDADES


Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando EL ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, LA LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: “Vamos a jugar a las escondidas”. LA INTRIGA levantó la ceja intrigada y LA CURIOSIDAD, sin poder contenerse, pregunto: “¿a las escondidas? ¿Y cómo es eso?”

“Es un juego”, explico LA LOCURA, “en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, al primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego”.

EL ENTUSIASMO bailó secundado por LA EUFORIA. LA ALEGRIA dio tantos saltos que terminó por convencer a LA DUDA, e inclusive a LA APATIA, a la que nunca le interesaba nada.

Pero no todos quisieron participar. LA VERDAD prefirió no esconderse. Para que, si al final siempre la hallarán, y LA SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella). LA COBARDIA prefirió no arriesgarse…”1, 2, 3…” comenzó a contar LA LOCURA.

La primera en esconderse fue LA PEREZA, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. LA FE subió al cielo y LA ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. LA GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse.


Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino ideal para LA BELLEZA, que si la hendija de un árbol perfecto para LA TIMIDEZ, que si el vuelo de la mariposa lo mejor para LA VOLUPTUOSIDAD, que si una ráfaga de viento para LA LIBERTAD. Finalmente terminó por ocultarse en un rayito de sol. EL EGOISMO, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo… pero sólo para él.

LA MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris), y LA PASION y EL DESEO en el centro de los volcanes. EL OLVIDO…se me olvidó dónde se escondió…pero eso no es lo importante.

Cuando LA LOCURA contaba 999.999, EL AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado…hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. “Un millón”, contó LA LOCURA y comenzó a buscar.

La primera en aparecer fue LA PEREZA solo a tres pasos de una piedra. Después escuchó a LA FE discutiendo con Dios en el cielo sobre Zoología, y a LA PASION y EL DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a LA ENVIDIA y, claro, pudo deducir dónde estaba EL TRIUNFO. EL EGOISMO no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a LA BELLEZA, y con LA DUDA resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos, EL TALENTO entre la hierba fresca, a LA ANGUSTIA en una oscura cueva, a LA MENTIRA detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta EL OLVIDO…que ya se le había olvidado que estaba jugando a las escondidas.

Pero solo EL AMOR no aparecía por ningún sitio. LA LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada riachuelo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y las rosas…

Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto se escuchó un doloroso grito . Las espinas habían herido en los ojos AL AMOR.

LA LOCURA no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra…

EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.

EL SAMURAI Y EL PESCADOR


Durante la ocupación Satsuma de Okinawa, un Samurai que le había prestado dinero a un pescador, hizo un viaje para cobrarlo a la provincia Itoman, donde vivía el pescador. No siéndole posible pagar, el pobre pescador huyó y trató de esconderse del Samurai, que era famoso por su mal genio. El Samurai fue a su hogar y al no encontrarlo ahí, lo buscó por todo el pueblo. A medida que se daba cuenta de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo. Finalmente, al atardecer, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. En su enojo, desenvainó su espada y le gritó: "Que tienes para decirme"?.

El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa
posibilidad." El Samurai dijo, "Ingrato! Te presto dinero cuando lo necesitas y te doy un año para pagarme y me retribuyes de esta manera. Habla antes de que cambie de parecer."

"Lo
siento", dijo el pescador. " Lo que quería decir era esto: Acabo de comenzar el aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."

El Samurai quedó
anonadado al escuchar esto de los labios de un simple pescador. Envainó su espada y dijo: "Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, volveré en un año a partir de hoy, y será mejor que tengas el dinero." Y se fue.

Había anochecido cuando el Samurai llegó a su
casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, cuando se vió sorprendido por un haz de luz que provenía de su habitación, a través de la puerta entreabierta.

Agudizó su vista y pudo ver a su esposa
tendida durmiendo y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Muy sorprendido y explotando de ira se dió cuenta de que era un samurai!

Sacó su espada y sigilosamente se acercó a la puerta de la habitación. Levantó su espada preparándose para atacar a través de la puerta, cuando se acordó de las
palabras del pescador: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano."

Volvió a la
entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de Samurai para ahuyentar intrusos durante su ausencia.

El año pasó rápidamente y el día del
cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vió al Samurai, este salió corriendo y le dijo: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé como darle las gracias!"

El Samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."

Muchas veces la ira puede llevarnos a cometer errores que jamás podremos recomponer.

LAS TRES HIJAS DEL REY


En un lejano país vivía un rey muy poderoso que tenía tres hijas, Amelia, Soraya y Alba, todas hermosas, todas prometidas en matrimonio, pero la menor, Alba, era su preferida.

Cierto día, el rey llamó a sus hijas y a sus prometidos junto a él para confesarles que se sentía viejo y sin fuerzas para gobernar.

-Me siento viejo, hijas mías. He decidido abdicar, pero no pudiendo decidir a cuál de ustedes favorecer, partiré le reino en tres partes, cada una proporcional al amor que me tengáis. Yo viviré un tiempo con cada una de ustedes, acompañado por cien servidores.

La habitación quedó en silencio, que fue roto por la primera pregunta del rey.

-¿Cuánto me quieres tú, hija mía?- preguntó el rey a su hija mayor.

- Más que a mi vida, padre.- contestó Amelia.

El rey repitió la pregunta a su segunda hija, la que respondió:

- Te quiero más que a nadie en el mundo, padre.- respondió Soraya.

Ahora, el rey se dirigió a su hija favorita, con dulzura.

- Te quiero tanto como un hijo quiere a su padre y te necesito como los alimentos a la sal.

La respuesta de Alba enfureció al padre, estaba decepcionado y gritó.

- Esa no es forma de querer. Me has decepcionado, dividiré el reino entre tus dos hermanas y tú no tendrás nada.

Al tiempo que el rey pronunciaba estas palabras, el prometido de Alba se escabullía para huir de su novia pobre. En tanto, las hermanas mayores se burlaban de la menor y de su suerte.

El rey triste y enfermo, hizo expulsar a la princesa del palacio, acompañada apenas por tres mudas de ropa, un vestido de palacio, uno de fiesta y su vestido de bodas.

La princesa en desgracia, no tuvo más remedio que deambular por los caminos sin destino, recorrió los pueblos y villas de los alrededores, vestida como mendiga para no sufrir la humillación de ser una princesa venida a menos. Mientras tanto, el tiempo transcurría. De tanto andar, llegó al reino de su ex prometido, quien se había convertido en rey tras la muerte de su padre.

El nuevo rey estaba en busca de una reina y para encontrarla, organizaba enormes fiestas. La joven sintió gran tristeza por aquella noticia, pues todavía estaba enamorada de él. Decidió entonces, que intentaría estar cerca de su príncipe, aunque por su condición de mendiga, no quería ser reconocida. Solicitó trabajo en las cocinas reales, como ayudante para los banquetes. Trabajó muy duro, ganando apenas el sustento para sobrevivir, pero su consuelo estaba en ver desde lejos a su amado.

Cierto día, el rey decidió organizar una fiesta a la que estaban invitados todos los miembros del personal de servicio de palacio. La cocinera dio aviso a sus ayudantes, pero prohibió a Alba que asistiera, ya que su apariencia era deplorable. Todos asistieron, mientras Alba quedó sola en la cocina. Su deseo de ver al príncipe pudo más que su prudencia, se puso su vestido de palacio y asistió a la fiesta.

Apenas Alba ingresó al salón, todos los presentes quedaron deslumbrados, principalmente el rey, que no reconoció a su antigua prometida, pues el tiempo y su gran voluntad la habían cambiado, convirtiendo a la jovencita en una hermosa mujer. El rey invitó a Alba a bailar un vals, con la intención de conocerla. Al terminar la música, Alba se excusó y se marchó, dejando al rey desconcertado y con deseos de saber más sobre ella.

Por este motivo, el rey dio otro baile, al cual concurrió Alba, esta vez más impresionante, con su vestido de fiesta. Nuevamente acaparó la atención del rey, quien seguía sin reconocerla y bailaron toda la noche. Hasta que la princesa logró escabullirse sin ser vista.

El rey que ya estaba enamorado, decidió dar una nueva fiesta esperando a su amada. Alba concurrió con su vestido de novia y el rey no se desprendió de ella por temor a que nuevamente huyera. De todos modos, Alba se las ingenió para escapar y dejar al rey absorto.

Tras el nuevo fracaso, el monarca cayó en una enorme depresión. No comía ni tenía ganas de hacerse cargo de sus responsabilidades reales.

Fue entonces que la princesa Alba, le envió su anillo de bodas escondido en el desayuno. Cuando el monarca lo vio, se puso como loco y exigió que el responsable se presentara ante él. Cuando Alba llegó, el rey pudo reconocerla gracias al recuerdo que el anillo le había traído.

El rey se disculpó con la princesa por su conducta pasada y le ofreció matrimonio, el cual Alba aceptó encantada, con la condición de que invitasen a su padre a la boda. El rey aceptó encantado.

Durante el banquete de la boda, por orden de la nueva reina, se sirvió toda la comida sin sal. Los invitados dejaban la comida en sus platos, desalentados por la soséz de aquellos alimentos. Alba ordenó que les trajeran sal para sazonar el banquete. Fue entonces que el viejo rey comprendió lo que su hija había querido decir aquel día y cuán profundo e importante era su amor.