La muñeca Matrioska
La
muñeca Matrioska. Había una vez un virtuoso carpintero
ruso llamado Serguei, que se ganaba la vida tallando los más hermosos objetos
de madera: instrumentos musicales, juguetes… Todas las semanas, se enfrentaba
al frío del bosque para buscar madera y así construir nuevos objetos. La muñeca Matrioska
La mañana que le tocaba salir para recolectar
material, se encontró todo el campo cubierto de una gruesa capa de nieve. La
noche había sido cruenta, y el carpintero rezó para que la fortuna le sonriera.
Sin embargo, toda la madera que encontraba en su camino estaba húmeda, y tan
sólo le servía para calentarse al fuego.
Abatido por el cansancio, decidió retornar a su
hogar y probar suerte al día siguiente. Cuando se disponía a dar media vuelta,
le llamó la atención un bulto que sobresalía de un árbol. Al acercarse,
comprobó que se trataba de un trozo de madera espléndido, el más bello que
había visto en su vida. Presto como el rayo, regresó a su estudio, pero tardó
varios días en decidir qué tallar. Finalmente, se decidió e ideó una preciosa
muñeca. La
muñeca Matrioska
Era tan bonita, que convino no venderla sino
quedársela para que le hiciera compañía. “Te llamaré Matrioska“, dijo a la
inerte figura. Cada mañana, al levantarse se dirigía a su única compañera:
“buenos días, Matrioska”. Un día, ésta le respondió: “buenos días, Serguei”. El
carpintero se sorprendió, pero en vez de sentir miedo, se sintió feliz por
tener alguien con quien hablar.
Al tiempo, el carpintero percibió que Matrioska
estaba triste y le preguntó qué le ocurría. Ésta le contestó que veía cómo todo
el mundo tenía un hijo o hija, y que ella anhelaba tener uno. “Tendré que
abrirte y sacar madera de ti, y eso será muy doloroso”, le contestó Serguei. A
lo que ella le replicó: “En la vida, las cosas importantes requieren de
pequeños sacrificios”. Y ni corto ni perezoso, éste talló una réplica, más
pequeña, y la llamó Trioska. Ya no sentiría sola. La muñeca Matrioska
Pero el instinto maternal se apoderó también de
Trioska y Serguei accedió a que ésta también tuviera una hijita. Esta vez se
llamaría Oska. Pero Oska también quería descendencia. El carpintero comprobó
que apenas quedaba madera dentro de Oska, como mucho podría haber una muñequita
más. Tras reflexionar, talló un muñeco diminuto -al que bautizó como Ka- con
bigotes, lo puso frente al espejo y le dijo: “eres un hombre no puedes tener
hijos”. La muñeca Matrioska
Entonces, metió a Ka dentro de Oska. A Oska dentro
de Trioska y a Trioska dentro de Matrioska. Un día, misteriosamente, Matrioska
desapareció con toda su familia dentro. Serguei quedó desolado.
La muñeca Matrioska
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