Una gran carrera se organizó.
La multitud se agolpaba alrededor de los participantes, no para animarlos, sino expectantes: No era posible alcanzar la cima del monte. No aquel día.
Pese a la arraigada tradición, se cuestionaba la hazaña: no solo había nevado abundantemente; el cielo de la noche había sido raso y el hielo era un peligro añadido.
En lugar de los vítores acostumbrados, se susurraba un rumor nefasto: no lo van a conseguir, no lo van a conseguir.
Pese a todo, -¡Uno, dos, tres, pum!- la carrera empezó.
Los primeros resbalones y caídas hicieron abandonar a muchos; los gritos de ¡Cuidado! y ¡Dejadlo ya! hicieron desistir a todos los demás... salvo a uno.
Juan seguía dando grandes zancadas en la nieve sin mirar atrás. Corrió, saltó, patinó, cayó y se levantó innumerables veces, hasta que, extenuado pero dichoso, logró la cumbre.
Aquel año, Juan el sordo, ganó la carrera.
Moraleja: El poder de la palabra es enorme tanto para ayudarte a conseguir lo que deseas como para hundirte en la miseria.
UNA CARRERA EN LA NIEVE
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Me gusta ,pues refleja exactamente lo que hacemos y nos hacen todos los dias ,con o sin mala intención,pero al fin y al cabo es lo que hay.Personalmente en adelante pensaré un poco más antes de hablar algunas veces.
Publicar un comentario